sábado

El Momento que no llega.




No es el momento, no hay momento alguno, parece que nunca llega. El instante de tus manos en mis nalgas, suspirando por un beso. El de ahora no es el momento. El que tanto anhelo, el por el que vivo y el por el que muero. No es, sin duda, el momento. 

Un puñal traicionero contra el alba manifiesta, que trasforma la noche en día y, con suma templanza, se apodera de tu imagen en mi cabeza, de mis sueños perecederos, de la ilusión que me atrapa cuando te pienso.

Y con tanto barullo no estoy segura de que sea ahora o fue ayer, o de que seas el que quiero que seas y temo, que no lo fueras.

Y, aunque no sea el momento, suplicante te reclamaré que me rasgues las vestiduras que esconcen las ranuras de mi cuerpo.

Que, de nuevo, envuelta en manos ajenas, mantas desprovistas de calor por yo no sé qué tontería de sustitución caiga en la rueda de los errores, por no esperar la espera.

Que mis piernas se encaderen a tus caderas! que eres tý y eres quién, arquea mis espalda cuando con la punta de tus dedos dibujas corazones en mis mulos, que son los tuyos, los de cualquiera.

Recuérdame, para que no lo olvide, que eres tú quien eres él y serás siempre aunque tu momento no llegue.

Pero y durante la espera, bésame, hasta que el límite de tu lengua se confunda con la frontera de mi boca porque no es el momento y no pares de quererme para que así parezca que lo sea.



jueves

Cien pasos atrás

 


Su cara me era un tanto familiar y si no fuera porque era una decena de años menor que yo, habría podido ser uno de mis antiguos amantes. Iba acompañada de mis hijos y no estaba en el mejor de mis momentos. Que ni siquiera me mirara tampoco ayudó a mi mermada autoestima. Pasó a ser el rostro de mis preludios nocturnos.

Apenas recuerdo su cara pero sí sus rasgos faciales, sus ojos redondos y azules, sus labios perfectamente rosados. Pidió dos cafés con leche, uno se lo tomó durante el sandwiche de aguacate y el otro después, al pedir la cuenta.

Yo fingí ser mejor mamá. En una época en la que la mascarilla facial me es más amiga  que enemiga. Mi cabeza lo tiene asumido pero mi corazón se resiente.

 

 

"Los surcos en la comisura de los labios parecen arrugas prominentes y desdibujan su rostro dos cuencas donde antaño hubo mofletes. Conserva intacto el atractivo físico, el sentido del humor y la intuición femenina, le fallan la autoestima y el cuerpo esculpido de una veinteañera pero...es ella". Finjo que no la veo, me levanto, pago y me voy.