jueves

Cien pasos atrás

 


Su cara me era un tanto familiar y si no fuera porque era una decena de años menor que yo, habría podido ser uno de mis antiguos amantes. Iba acompañada de mis hijos y no estaba en el mejor de mis momentos. Que ni siquiera me mirara tampoco ayudó a mi mermada autoestima. Pasó a ser el rostro de mis preludios nocturnos.

Apenas recuerdo su cara pero sí sus rasgos faciales, sus ojos redondos y azules, sus labios perfectamente rosados. Pidió dos cafés con leche, uno se lo tomó durante el sandwiche de aguacate y el otro después, al pedir la cuenta.

Yo fingí ser mejor mamá. En una época en la que la mascarilla facial me es más amiga  que enemiga. Mi cabeza lo tiene asumido pero mi corazón se resiente.

 

 

"Los surcos en la comisura de los labios parecen arrugas prominentes y desdibujan su rostro dos cuencas donde antaño hubo mofletes. Conserva intacto el atractivo físico, el sentido del humor y la intuición femenina, le fallan la autoestima y el cuerpo esculpido de una veinteañera pero...es ella". Finjo que no la veo, me levanto, pago y me voy.

 

 

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