Tengo un nudo en el cerebro,
No reconozco la expresión de mi rostro reflejada en el espejo de tus ojos, ni las órbitas fuera de éstos.
Ni pinto, ni gimoteo, reclamo!.
Bajo el mismo seudónimo del infierno, las caricias más enjutas y los movimientos más insinceros.
Y me muevo y me hallo entre visillos moralejos del no sé qué culpa tengo y, por ello, he de morir en el intento de esbozar las palabras hasta escupir en el cenicero las súplicas y lamentos de una rabia contenida, contenida y amparada en los brazos de la ira. De color pasión de envidia, de corazón frustado y de épocas sombrías suplicando un "te quiero" por enseñarte las tetas a cambio de tus besos y esbozar una sonrisa.
Y siento náuseas y siento mareos de demagogias y sinsabores de culpas culpables de mis desenfrenos.
Y párame que no callo y grito de nuevo y saco el puñal de acero y me atrinchero, contra masas e individuos protegidos por palabras malsonantes, en rúbricas inventadas, plagiadas, que insinuan verdades compungidas y baches de moral, que huyen por senderos de frustraciones por un "yo no sé qué quiero".
No acepto el sonido de una voz que es la mía y me es ajena y un suspiro que corta el viento por un querer decir y no hacerlo.
Amanezco con el peso de tus piernas sobre mi pecho y castigas con tu ausencia mis silencios.
Ni del porqué ni del cómo del que no me apetece hablar ni del porqué ni del cómo del que no puedo opinar.
Y si supongo que no te quiero la vida se me antoja más sencilla.