viernes

A mil pasos, las golondrinas

 


Yo no estoy tan segura de que vuelvan, las golondrinas, me refiero, las oscuras golondrinas de Bécquer.

Ya es primavera y, sin embargo, con un desfalco a mi corazón por un crujir que no sé si va o viene y un despertar a medio camino entre la palabra y los sentidos, resto aquí, esperando. Un hálito de esperanza por yo no sé qué fantasía, que por no saber ignoro hasta tu nombre y muero sin vivir en mí por algo que nunca dije, algo que quisiste decir o algo que no hice. Como las golondrinas, ésas que no vuelven, que se escapan entre los dedos  como jabón de manos y fluyen, y como del empacho de un recién nacido se retuercen entre las entrañas de carnes caldas, un medio esculpir del poeta en un verso jamás escrito. 

Secretos inconfesables, burkas de pensamientos.

Y por no saber ignoro si proviene del Este o del Oeste el ahíto ungido del enfermo del pasilllo del cuerto de al lado cuyo destino me importa un ápice menos del que me importa el mío. 

Martillazo certero en la sien, culpable de malos entendidos, víctima de alientos que aterrizan en decepciones.

Quizás mirando por la ventana el futuro me parecerá menos incicierto, Quizás, las golondrinas vuelvan.

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