sábado

Entiéndeme, si puedes

 








Silbidos de madrugada, cuando el silencio se omite sin disimulo al son de las teclas marchitadas del olvido. 

Y suspiro, por un segundo, un señuelo al reclamo a una elagoría que tiene por bandera el mastil del destino de la insolente soledad.

Héme aquí, desprovista de artilugios que sustentan mi argumento desvalido por un sinfín de conjeturas  carentes de sentido.

Y me hallo, callada y compungida por el recuerdo estatuo de una noche de verano  que yo no sé de qué mañana de  Diciembre y el fracaso estrepitoso del andar con imprudencia, verborrea consentida, manojo de timidez disfrazado de valentía.

Pudiera ser, supone pretencioso, que fuera ella la razón de  la cordura que asoma pusilámina en los momentos sustanciales de la anodina existencia.

Cortan bastos y pides picas.

Y sigues sin entenderme porque sigues sin escucharme

2 comentarios:

  1. Anónimo5:25

    Me gustaría pero no te entiendo mujer

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  2. Queda claro que no es lo mismo oír que escuchar :). Me ha gustado leerte con ese lenguaje tan cuidado y tan especial.
    Un gran saludo, Una.

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