Quería regalarte, por el mero hecho de compartir, un pedazo de mi alma. Para que la colgaras en la pared de tu dormitorio.
Quería posar frente a ti desnuda, hasta que cerrando los ojos consiguieras recordar todos los pliegues las arrugas y los lunares de los que mi cuerpo dispone.
Quería que se difuminaran los secretos, las dudas y los miedos que se interponen en su destino y que con un trazo de tus dedos pudieras desdibujar la distancia exacta que recorriera mi cadera hasta tus manos.
Y por querer quise decirte y por querer quise quererte. Y aún sin poder darte todo aquello que tu silencio me exigía
por el mero hecho de compartir te habría dado todo el cariño de mis entrañas.
Y hoy despierto del aturdimiento de mis sentidos, de mis sueños y de mis ganas y desvanece frente a mis ojos la ilusión que me acompañaba al alba.
Recobro la posesión de mi alma, envuelta y con un lazo, pues no había pared en tu dormitorio capaz de soportarla.
Quien no sabe lo que tiene no lo merece
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