sábado

Había una vez...

 Una mentira viene precedida de una larga explicación.



  Tras la tranquilidad de un barrio que te es familiar, una compañía testigo y  confidente, una mañana como cualquier ayer en la que cambias casualmente la elección de un bar a otro por su terraza expuesta  al sol, ...tranquila la niña en su bosque, recogiendo flores  silvestres.

  Aparece cuando menos te lo esperas, cuando habías olvidado su existencia, cuando el recuerdo no te asusta y entonces, en su manifestación fortuita, salen a flote todas las inseguridades que creías superadas.

 Renace un dolor en ti a viejo, a usado y macabro, Una sensación incómoda que  devuelve el sabor metálico a tu lengua, la opresión en el pecho, el hostigamiento de ideas de lo que tendrías que haber hecho y por qué no corrieron tus piernas tal y como habíais planeado en miles de coincidencias mentales, ninguna contemplaba este marco.

Y héme de nuevo en casa, protegida y a salvo, desplaneando planes de baile, descitando citas, desencontrando encuentros, deshaciendo palabras que no salieron de mi boca. Cualquier rincón de la calle puede ser enemigo. 

Y entonces se debate la lucha por reprimir los afectos rotos: pierden los ojos que arden  conteniendo lamentos, le siguen  los pulmones y el hígado. 

No hay palabras, nunca las hubo, enmudecida de sentimientos, por no soltar lo único que fue real, lo que fue tuyo, porque  lo que sentiste fue verdadero,   como el cuento  al niño que girando página se da de bruces con el lobo de Caperucita.


2 comentarios:

  1. Lo que tendrías que haber hecho....
    Me resulta familiar ese juicio contra uno mismo en relación a hechos de años atrás... sí, lo conozco bien.
    Cuando me ocurre eso me digo a mí mismo que no se puede juzgar el pasado con los ojos del ahora.
    Y es cierto.
    Pasa el tiempo y analizamos cosas que hicimos, y nos parecen casi incomprensibles... pero es que éramos otros, con otras circunstancias, con menos experiencia vital, con ilusiones que muchas veces nos cegaban, con menos sabiduría... no, no se puede juzgar el pasado como si hubiera ocurrido hoy, ni mucho menos recriminarnos a no ser que hayamos actuado con maldad, alevosía y premeditación, y seguro que no es el caso.

    Las inseguridades jamás desaparecen.
    Aceptar eso es un gran paso para quererse a uno mismo.
    Aceptar que tendrías malos, tristes, de inseguridades asfixiantes, que temblará todo lo que eres. Si aceptas eso como animal de compañía vital no te sentirás tan mal.
    De verdad.
    Yo quiero guarecerme hasta cuando me duermo... busco ensoñaciones donde no puede pasarme nada malo, donde la gente es buena, y me arropan... y sí, son ensoñaciones pero mejor eso que nada.
    Que tengas un buen fin de semana.

    Besos.

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  2. Aceptar que tendrás días malos, no "Aceptar que tendrías malos"

    Abrazote reconfortador.

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