Zaragoza tiene poca luz aunque vistas al horizonte, el frío es seco y las calles húmedas. Los zaragozanos visten bien, cuidan su imagen como atienden su ciudad y son amables en el trato y en las formas. Caminan despacio, como si no tuvieran prisa por terminar de trabajar, por llegar a casa, por dar la cena a los niños y sentarse frente al sofá. En Zaragoza se habla bajito y la música en los bares se escucha con volumen alto.
Días de intensidad y frenéntica vida social, de dormir poco, de comer mal, de sonrisas fingidas, de prestar más atención de la que te queda, de intentar memorizar todos los nombres y las caras de quienes te besan las mejillas... y cuando llegas a casa, te descalzas de los tacones, el cuerpo se rinde, pide aislamiento y desestimo las promesas de recuperar las citas de aquellos que no te han abandonado: anulo la cena del viernes con las amigas, cambio el tardeo del sábado por peli y manta y pospongo la visita familiar de domingo de manera indefinida. Y me refugio en mi soledad escogida echando de menos abrazos envolventes y besos en silencio.
La vuelta a casa, después de un viaje agotador, es agradable, aunque nadie te espere en ella, aunque las sábanas estén frías de soledad, el comedor en penumbra y la cocina libre de aromas. Repites que tu hogar es tu cobijo e intentas convencerte de que estás donde quieres estar aunque el silencio resuene en tus tímpanos y la tranquilidad se confunda con la nostalgia.
No hace frío en las calles, el frío está aquí dentro, abrazándome mientras la soledad nos observa desde la pantalla del televisor.

Es cierto que siempre oí que en Zaragoza la gente vestía bien.
ResponderEliminarLa última vez que estuve no me fijé... siempre he estado allí como de paso... y eso que nací en un pueblo de Zaragoza.
También es cierto que donde hace más frío hay más posibilidades de combinar ropa... aquí, en Barcelona, todavía hoy voy con "menorquinas" en los pies... casi seis meses con "menorquinas" y al paso que vamos con el cambio climático quizás llegue a Navidad con ellas.
En teoría Zaragoza sería mi patria chica... pero yo no tengo patrias... ni patrias ni nada ya... no es una queja, lo constato nada más.
La casa siempre nos espera.
Es el refugio sagrado, la patria circunstancial, la "menorquina" del alma, el lugar donde rendirse en secreto ante lo complicado que resulta todo.
Pareces una jugadora de la WNBA.
Ibas muy elegante.
Besos.
Ay Aina, qué bonito y qué verdad tan grande acabas de escribir. Me ha llegado hondo eso de volver a Zaragoza y sentir que la ciudad te recibe con esa calma lenta, como diciendo “tranqui, aquí no hace falta correr”... aun así, cuando llegas a casa después de tanto ruido social, el silencio a veces pesa y a veces es un gozo.
ResponderEliminarBellísima la frase de los besos en silencio.
Un gran saludo.