miércoles

Y me llevo una

 Jueves




 

La última vez estaba tomando algo en una cafetería, su recuerdo me golpeó súbitamente en la sien de tal manera que hasta, de lo sorpresivo, me atraganté con el sorbo de café. No era un hombre corpulento, su voz era vulgar y también su inteligencia era mediocre. Ninguna faceta de su físico llamaba atención por su atractivo. Un tipo corriente y, sin embargo, ahí estaba, ocupando un espacio en mi mente.

El sexo con él era cojonudo, eso sí. Llegamos a la cama después de mucha persistencia, de eternos mensajes y preludiosos cafés. El hombre más obstinado que he conocido. Y ahí estaba nuevamente, entre mis piernas, complacidas.

Recuerdo los amantes que no he amado, incluso algunos que ni llegué a besar, con más intensidad y  frecuencia que los que tuvieron carta blanca y coito a granel.

 

Y como por capricho del destino, hoy, años después, llega un mensaje suyo: “un café a cambio de un beso”. Un no es una invitación a insistir y ya no estoy en la edad de juegos infantiles, tiras y aflojas o tomar y dacar. Me rendiré de nuevo a su rueda de acoso y derribo y follaremos sin amor, atracción ni cariño, como clientes de un burdel con ticket de regalo con fecha pronta a caducar.

 

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