Son las 3am y no concilio el sueño...
Subo el volumen y el jazz que llena el comedor adquiere un tono índigo profundo. Este silencio de la mañana, que atesoro, sabe a menta fresca en mi lengua. Mi vida es una composición tranquila, y la paz se siente como una textura de terciopelo cálido.
A veces, cuando deseo compañía, sacude esa protección desconfiada para que no opaque la luz interior de mi existencia. Mis reglas son sencillas, con una claridad casi metálica, la obligación suena a murmullo constante. La soledad adquiere un color a abandono, el hastío huele a ceniza vieja. La presencia ajena me causa ruido ante la intimidad pegajosa.
Nuestro vínculo se siente como un acorde Mayor, perfectamente equilibrado. Nos vemos selectivamente. Cenamos, a veces en silencio, donde el afecto se vuelve un suave murmullo ocre en el aire, sin presión. Mis días libres tienen el verde brillante de la autonomía total.
Lo miro mientras él descansa en mi sofá y siento un afecto que es visualmente claro, sin sombras. Entró en mi vida sin ensordecer mi calma.
Al acostarnos, mi soledad se desvanece, con una temperatura fresca y reconfortante que mantiene el color de mi paz interior. Es una conexión que suena a promesa suave y se siente maravillosamente ligera.
Y entonces aparece el autoboicot recordándome que no sé, no puedo y tal vez, ni siquiera quiero.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Pasos