Un tenor rompe el ruido de coches que conducen calle abajo. Su eco se oye lejano pero a media tarde, si permaneces en silencio, puedes escuchar perfectamente las letras de su cantar. Un ária es la nota discordante en un barrio cada vez más empobrecido.
Suelo escribir de madrugada, le explico, con un café caliente en la mano, saciada de una noche de sexo a pilas y sin proyecto de futuro en un sábado que se me antojaría solitario. Esta jornada, sin embargo, estará plagada de planes comprometidos.
Son las seis de la mañana y abajo interrumpe el sosiego el electricista, aparcando su moto, me trae croissantes para el desayuno a cambio de un orgasmo matutino y la promesa de no volver a introducirnos nada en pro de nuestra amistad recién avenida.
Y a pesar de todo, sigo impasible, no reconozco su olor como propio, ni me apetece fundirme en su boca.
Soy la que no se elige, la que no se queda porque nada existe, nada duele, todo pasa y mis horas tan muertas como mis entrañas. restarán frente a Netflix un sábado por la noche o quizás, soy aquella que todo lo consigue y si no te tuve...es porque no te quise lo suficiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Pasos