ELLA
Tiene exactamente diecinueve lunares desde la frente hasta el mentón. Una cicatriz casi imperceptible se camufla entre una ceja despoblada de un marrón claro.
Sus pestañas son negras imperturbablemente erguidas retando la gravedad que hace mella en sus mejillas. Sonríe y me tiembla el alma. Me mira con esos ojos pícaros de mujer que sabe lo que quiere y los labios, hinchados, enrojecen.
ÉL
Sus ojos negros me escrutan con más cariño que deseo. Su mandíbula prominente se desencaja cuando sonríe y su nuez sube y baja a lo largo de la inmensa garganta.
ELLOS
Sus cuerpos desnudos se rozan en tímidas caricias. Veinte años antes, veinte años después. Veinte años largos que parecen un suspiro. Y el reloj marca los segundos que faltan para recuperar cada uno su vida, tan lejos y tan difícil de compaginar. Cuando los besos no son suficiente para parar el tiempo.
NOSOTROS
Pasará un mes antes de que volvamos a sabernos, cuando se hayan borrado los recuerdos del arrepentimiento. Después de un mal día, él me mandará un reclamo en forma de mensaje y yo tardaré, otra vez, veinte años en responder