En el suelo una manta roída por el tiempo y marcas de edad en la piel. Resta un tiempo, en otro lugar y otra vida ( que ya no es la mía, que pertenece solamente a un recuerdo quizás distorsionado). Un ahora con menos premura y más pesadez pero con esa poca de autoestima que me queda. Trescientos veintiséis pasos me restan para tocar el cielo. Empecemos....
sábado
Pasado no tan pisado
En la terraza de un café, sola, pero rodeada de gente.
Insonorizada del ruido infernal de coches que, a dos metros de distancia, aceleran a mi espalda para evitar frenar en ámbar.
Bandada de niños que salen del colegio de la mano de mujeres de mi edad, incluso más jóvenes. Sus hijos, que podrían ser los míos, caminan entre fumadores por calles infestadas de humos, en aceras sucias de colillas que mantienen limpio el aire del café-bar.
Un chico negro con americana blanca montando en bicicleta, sobre el andén, sentido opuesto al que marca la calzada y una mujer en pantalón de chandal, saca a pasear a su perro, que asoma la cabeza por una minúscula abertura de su inmenso bolso.
Paseantes acalorados en manga corta y yo helada bajo mi chaqueta.
Nueve veces me has dicho te quiero y con nueve silencios he respondido a ellos.
Y sin embargo, me encuentro sola tomando una limonada y pensando en que, quizás, debería haber pedido un café.
Mis piernas me pedían un paseo y mis pies se han parado a reposar en la primera mesa libre al girar la esquina.
Y te llamaré aprovechando que leo el periódico, como cuando, por la noche, escucho la tele si me apetece leerte.
Y terminado mi vaso, y ahora que estamos casi en verano, iré a comprarme unas botas de invierno por aquello de no romper con las contradicciones de la vida.
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La vida y sus contradicciones. Llenos de ellas estamos todos. Me ha encantado la frase inicial cuando dices sola, pero rodeada de gente. Un saludo.
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