No consigo desprenderme de esta sensación de que algo va a salir mal.
Me sobresalta un sueño que se repite, una caída al vacío que aterriza en una sensación de sofoco al despertar que obliga a sustituir el café de ayunas por una ducha de agua fría.
Y con somnolencia en el cuerpo, los días pasan con tal velocidad que me cuesta discernir el ayer del mañana.
Al caminar, prudente, elijo los pasos con cautela temiendo que mi cuerpo no responda a mi control, sospecho que desea precipitarse al vacío en un intento previo de sortear la angustia del sobresalto por la inevitable caída.
Olvidé tus errores al momento en el que te disculpaste pero se activa mi recuerdo cuando vuelves a equivocarte. Estoy a punto de saltar.
Crecí preparándome para los malos acontecimientos, los conozco bien, aparecen cuando menos los esperas, cuando parece que el Sol brilla y el mundo es de color de rosa. Después llega el silencio, antesala del ocaso, y mi yo que lo sabe todo, como si quisiera acelerar que ese pedacito de lo bueno terminara, se prepara para que lo malo no le ataque por sorpresa.
Al acecho del mínimo indicio, buscando excusas para saltar.
Presiento que, contigo, ya solo sé moverme dentro de aguas turbulentas e intuyo que provocaré una falta solo para culminar con el salto al vacio antes de que el suelo bajo mis pies tiemble y vuelva a sorprenderme cayendo hacia niguna parte.
No te preocupes.
ResponderEliminarNo te pasa nada raro.
Al final todo sale mal, siempre, a todo el mundo... todos mueren.
Las dos opciones me valen siempre que no me empujen.
ResponderEliminar