Pasó, sin esfuerzo, con la facilidad con la que pasan los granos por un reloj de arena, de manera casi imperceptible.
Cuando uno se afana en soltar provoca el efecto opuesto por el refuerzo positivo del empeño. Pero soltar significa rendirse, dejar de resistirse, y cuando menos te lo esperas, cuando sucumbes sucede como cuando el paseante afloja la correa de su perro. La bestia lo nota y ejerce la fuerza necesaria para salir corriendo. Ese animal que reside en mí, de igual modo, se escapó del pesar que infligías en mi pecho.
Ya no hay nada que me aferre a tus recuerdos, nada que me asuste al alejarte. Soy la bailarina a la que le han cedido las sandalias, el reo absuelto de sus pecados.
Nací tozuda, llevo mal la incongruencia y mi cuerpo no sabe parar pero mi corazón, que es más inteligente que mi cerebro, entendió aquello de que rendirse es ganar dos veces y en un encantamiento que no soy capaz de explicar, la magia ha sucedido y mi juicio ha claudicado.
Me he ganado, tú me has perdido y ahora es trabajo tuyo darte cuenta.
Gracias Jorge por el aporte musical.
https://youtu.be/EzTozA62fDo?si=ItOeGf3MlfZkBPuP
El corazón es más inteligente siempre.
ResponderEliminarAl cerebro se le puede engañar, al corazón, no.
que bonita entrada
ResponderEliminarA veces seguimos en batallas que ya no nos corresponde librar. A veces ganarlas es echarse a un lado, o darles la espalda directamente.
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