Cuando un aparato deja de funcionar correctamente hay que resetear.
Las aspas del ventilador dibujan una circunferencia, la brisa y el zumbido que emanan conducen a la introspección y en el eco de mis pensamientos resuena tu nombre.
Las culpas se acumulan como granos de arena en la playa y entre tanta tempestad no hay oleaje que las deshaga, solo las desordena.
La semana amanezaba calma pero a partir del miércoles dio un cambio sustancial que me mantuvo en tensión dentro de la montaña rusa emocional a la que ya estaba deshabituada.
La ola de calor no ayuda a mantener los nervios en reposo y sigo abusando del café buscando una intranquilidad externa que batalle con la inquietud que me es inherente.
Soy la misma mujer que conociste, la que te dio tantas oportunidades como límites franqueaste. Pero aprendida la lección que quisiste aplicarme ya no quiero volver al sitio del que me costó tanto escapar y, sin embargo, al alcance de cualquiera, me niego a abandonarte.
Si consigues mantener el peso de la taza sobre la mano, inmóvil, al breve espacio de tiempo tu brazo dejará de tener la fuerza suficiente que requiere para sujetarla. Lo mismo le pasa a mi ilusión, ya no hay espacio para resignación que lleve tu nombre.
Pensar agota como cansa correr en círculos tras la incertidumbre. Echo de menos la claridad, la seguridad del bienestar que nunca supiste darrme. Mi responsabilidad terminó mucho antes de que empezara tu insensatez y ahora soy yo la que reclamo confianza.
Aquí estoy, la que ya no espera, sin intención de dar un paso para acortar la distancia que nos separa y manteniendo la puerta abierta, lista para echarte, para que no te quedes sin motivos para volver a marcharte.
Ahí estás esperando y no esperando, recordando y rechazando, aceptando y alejando... no es fácil eh...
ResponderEliminarCuando el miedo habla
ResponderEliminarERES UNICA
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