Para que los monstruos no te vean hay que dejar de respirar
Los músculos me recuerdan que ayer estrené nuevo gimnasio, más lejos de casa, más grande, más frío... menos íntimo, querría haber hecho una analogía al alma pero para frivolidades ya estabas tú en nuestra relación. Aprobé el debut a la incomodidad bajo el atento escrutinio de ojos curiosos, algunos sin vergúenza ni disimulo.
Ya no ocupas la mitad de mis reflexiones, te alejas y no me resisto a olvidarte. He recuperado el rincón del que te apropiaste en mi cabeza que antaño dedicaba a puzzles y autodefinidos. Y ahora,en lugar de pods de gurús del desamor, son audiolibros los que me acompañan en mis largos paseos a ninguna parte.
La laca de uñas me hace saber que los días pasan y se lleva consigo los males y las penas. Hay que echar lo viejo para dejar entrar lo "nuevo" pero no hay puertas en mi morada que permitan su acceso. Me pierdo en mis pensamientos desordenados de las cosas que me quedan por hacer y las pocas ganas de hacerlo.
Planeo días libres llenos de tiempos, de espacios que se me antojan mantener desocupados, de playas y verbenas cuya imagen descarto de mi mente inapetente . Puedo hacer todo lo que quiero y deseo no hacer nada.
Un whatssap propone un café, me sobran excusas para rehusarlo y me faltan ganas para responder.
Voy a ver una peli, sin manta, y comeré helado con cuchara grande.