lunes

Terapia sin Propina

La ola de  calor deja suspendido en el ambiente un vaho caldente  que me achicharra la piel quemada del sol.

 


 

Noche fuera de casa, y pese a que me cuesta dormir en una cama ajena a la mía,  amanecí con una renovada versión de mí.

Hace años me propuse no mentir y el engaño me persigue en forma de insomnio por una confesión pendiente con el mecánico. 

Desde  mi verdad, infiero la tuya y entre tanta suposición no quise ver las incongruencias. Nunca antes había estado en una historia como la  nuestra, nunca después querría volver a estar y aunque soy de naturaleza ilusa tus contradicciones chirriaban en mi cabeza haciendo tambalear mis ganas de creerte. 

No recordaba qué se siente en una cena de adultos, y aunque fuera menor que yo, de profesión 

y sin tener idea alguna  de saber hacer volar un avión, me convenció su aplomo. Procuró una conversación amena y puso interés en conocer cada uno de los  motivos y los  porqués que me han llevado  a ser  quién soy.  Lejos de fantasear mediasverdades con intención de impresionar,  me deslumbró con mi comida preferida,  preludio de una  velada gratificante.

Nos interrumpió un  reclamo  abrupto, como solían serlo sus respuestas a mis mensajes de whatssap, que atendí con la mejor de mis ganas. Finalizó con el corazón compungido por una falta que me achacaba pero  que no merecía. Quedarme a dormir no estaba dentro de nuestros planes, pero el anfitrión insistió pues tras la inquietud generada, tenía motivos para considerarla la mejor de las alternativas.

No quiero mentir como engaño al operario que intenta arreglar mi coche  ignorando que puse gasolina por diesel.  Estoy dispuesta a desenmascararme. 

Suponía que, antes de que la materia estuviera disponible, el etéreo  tenía que dejar de proyectar, pero me asombré al aceptar la situación inversa contemplando que,  yaciendo en el mismo lecho y aún sin cópula ni culpa,  el lazo invisible que me condenaba acababa de romperse. 

Al amanecer, de camino a casa, solo un arrepentimiento  perturbaba mis sentidos: por los servicios obtenidos, me olvidé, como se despiden los cobardes, de dejar propina sobre la mesita de noche. 




10 comentarios:

  1. El electricista tenía chispa.
    Bien por él.
    Que te ilumine.

    Besos.

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    1. Y novia también, no va a cosa por ahí. Ojalá fuera todo tan sencillo.
      Me voy a ir a Barcelona a buscarte y escupiremos juntos a los transeúntes que entorpezcan nuestros pasos.

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  2. Hola Aina, bienvenida a nuestro blog, gracias por comenzar a seguirnos. Hermoso relato el tuyo, me encanta. Espero que te animes y te sumen a la nueva convocatoria para este jueves. Abrazo desde el otro lado el Atlántico.
    Rosana

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    1. Lo que hacéis vosotras es de un nivel superior. Yo no creo que pueda escribir sobre un tema predeterminado o con fecha de entrega. Algún día intentaré participar. Gracias

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  3. Te cuento que estuve buscando cómo seguir tu blog, pero no encuentro donde hacer click, tal vez puedas indicarme cómo hacerlo. Gracias.

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  4. Bonito fondo. Me recuerda a algún lugar que vi una vez...
    En Japón dejar propina está mal visto. Una nota que diga 'Arigato gosaimazu' habrá de ser suficiente la próxima vez.
    Saludos!

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    1. Sí, verdad? también he estado ahí. Lo de la propina me ha hecho pensar, yo también me ha parecido en ocasiones que dejarla puede ser ofensivo

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  5. Vale más pecar de cobardía que de atrevimiento. El mundo no mejorará, pero la vida suele ser más larga. ;)

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  6. Jajaja mirándolo bajo esa perspectiva...

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