Los trastornos no trabajados se contagian como fruta madura contamina a sus compañeras de bandeja.
El vacío lleva tu nombre
El lamento de mis tripas predomina sobre el ruido vacuo de mis pensamientos . Un café, por compasión.
Con el vaho del calor que emana la habitación de mi pecho dibujo nubes en las ventanas de mis entrañas. Se respira soledad.
Hubo un tiempo en el que me creí tus palabras, como cuando un niño cree en las de su madre cuando le habla de Santa Claus.
Ansiedad por transición. Tu distancia me enseñó a acompañarme y ahora no sé estar contigo ni sin mí.
El silencio ensordecedor calma los pasos a ninguna parte. Desespero. Acallo los lamentos de mis vísceras con algún gurú que promete la autosuficiencia en spotify
Montaña rusa emocional. No te juzgo, te escucho plácidamente con el mismo amor de una abuela a un nieto que yace enfermo pero para ti no es suficiente, nada de lo que me concierne lo es y, sin embargo, me eliges, una y otra vez para comprobar después que no soy apta ni conveniente.
Aprobación y devaluación. Y como un perro con sarna, lamo las heridas de mi cuerpo con sobredosis de aliados de los que tanto escaseas y aborreces.
Tu límite es mi condena. Tu distancia mi salvación.