En el suelo una manta roída por el tiempo y marcas de edad en la piel. Resta un tiempo, en otro lugar y otra vida ( que ya no es la mía, que pertenece solamente a un recuerdo quizás distorsionado). Un ahora con menos premura y más pesadez pero con esa poca de autoestima que me queda. Trescientos veintiséis pasos me restan para tocar el cielo. Empecemos....
viernes
Te regalo mi alma
martes
Y cuando aún puedas más...ríndete
"No te rindas pequeña, corre hasta que tus pies duelan tanto que no notes las lágrimas deslizar por tus mejillas"
De rendirse y otras sabidurías.
Hoy me he rendido y no a ti, ni a tus tiempos eternos que perennemente solícita cumplía con su espera, ni a tus silencios devastadores cuyo eco ensordecían mis tímpanos, ni a tus nulas ganas de tenerme en una posterga infinita del encuentro.
No, hoy me he rendido pero no a ti, ni a tus reproches por mis errores no cometidos, por no alcanzar el suficiente en un examen en el que no me presenté. Por no ver mi reflejo en tu mirada perdida, tan alejada de mí.
No, hoy me he rendido y no a ti. Me he rendido al alma misma, he dejado de bailar en una orquesta sin música, de saltar sobre charcos desecados, de buscarte en mis mejores fantasías.
Me he rendido a mí y así, el nudo que me oprimía el pecho se ha desatado y al salir volando las esperanzas el escudo del dolor me ha arrancado el corazón.
Me he rendido, sí, y ahora... yago llena de esperanza pero vacia de amor.
Desmemoriada
Me desvela Octubre lleno de proyectos, de tiempos libres, de espacio en mi cama y un hueco vacío en mis entrañas que celosamente guardo para que nadie lo habite. No hay precio que pague la paz mental, el equilibrio perfecto donde las sábanas desdibujan tu pie en una cama que culmina inmaculada tras una noche sin sexo, sin pasión y sin besos.
Debería poner el edredón a falta de abrigo humano que me acompañe en las noches.
Y en el momento más oportuno de mis recuerdos. Se percató mi caprichosa sensatez resbaladiza que había olvidado que te quería.
viernes
Ni un paso más
ELLA
Tiene exactamente diecinueve lunares desde la frente hasta el mentón. Una cicatriz casi imperceptible se camufla entre una ceja despoblada de un marrón claro.
Sus pestañas son negras imperturbablemente erguidas retando la gravedad que hace mella en sus mejillas. Sonríe y me tiembla el alma. Me mira con esos ojos pícaros de mujer que sabe lo que quiere y los labios, hinchados, enrojecen.
ÉL
Sus ojos negros me escrutan con más cariño que deseo. Su mandíbula prominente se desencaja cuando sonríe y su nuez sube y baja a lo largo de la inmensa garganta.
ELLOS
Sus cuerpos desnudos se rozan en tímidas caricias. Veinte años antes, veinte años después. Veinte años largos que parecen un suspiro. Y el reloj marca los segundos que faltan para recuperar cada uno su vida, tan lejos y tan difícil de compaginar. Cuando los besos no son suficiente para parar el tiempo.
NOSOTROS
Pasará un mes antes de que volvamos a sabernos, cuando se hayan borrado los recuerdos del arrepentimiento. Después de un mal día, él me mandará un reclamo en forma de mensaje y yo tardaré, otra vez, veinte años en responder
sábado
El Momento que no llega.
No es el momento, no hay momento alguno, parece que nunca llega. El instante de tus manos en mis nalgas, suspirando por un beso. El de ahora no es el momento. El que tanto anhelo, el por el que vivo y el por el que muero. No es, sin duda, el momento.
Un puñal traicionero contra el alba manifiesta, que trasforma la noche en día y, con suma templanza, se apodera de tu imagen en mi cabeza, de mis sueños perecederos, de la ilusión que me atrapa cuando te pienso.
Y con tanto barullo no estoy segura de que sea ahora o fue ayer, o de que seas el que quiero que seas y temo, que no lo fueras.
Y, aunque no sea el momento, suplicante te reclamaré que me rasgues las vestiduras que esconcen las ranuras de mi cuerpo.
Que, de nuevo, envuelta en manos ajenas, mantas desprovistas de calor por yo no sé qué tontería de sustitución caiga en la rueda de los errores, por no esperar la espera.
Que mis piernas se encadenen a tus caderas! que eres tý y eres quién, arquea mis espalda cuando con la punta de tus dedos dibujas corazones en mis mulos, que son los tuyos, los de cualquiera.
Recuérdame, para que no lo olvide, que eres tú quien eres él y serás siempre aunque tu momento no llegue.
Pero y durante la espera, bésame, hasta que el límite de tu lengua se confunda con la frontera de mi boca porque no es el momento y no pares de quererme para que así parezca que lo sea.
viernes
Cien pasos atrás
Su cara me era un tanto familiar y si no fuera porque era una decena de años menor que yo, habría podido ser uno de mis antiguos amantes. Iba acompañada de mis hijos y no estaba en el mejor de mis momentos. Que ni siquiera me mirara tampoco ayudó a mi mermada autoestima. Pasó a ser el rostro de mis preludios nocturnos.
Apenas recuerdo su cara pero sí sus rasgos faciales, sus ojos redondos y azules, sus labios perfectamente rosados. Pidió dos cafés con leche, uno se lo tomó durante el sandwiche de aguacate y el otro después, al pedir la cuenta.
Yo fingí ser mejor mamá. En una época en la que la mascarilla facial me es más amiga que enemiga. Mi cabeza lo tiene asumido pero mi corazón se resiente.
"Los surcos en la comisura de los labios parecen arrugas prominentes y desdibujan su rostro dos cuencas donde antaño hubo mofletes. Conserva intacto el atractivo físico, el sentido del humor y la intuición femenina, le fallan la autoestima y el cuerpo esculpido de una veinteañera pero...es ella". Finjo que no la veo, me levanto, pago y me voy.
jueves
6002 te quieros rotos
Tengo un nudo en el cerebro,
No reconozco la expresión de mi rostro reflejada en el espejo de tus ojos, ni las órbitas fuera de éstos.
Ni pinto, ni gimoteo, reclamo!.
Bajo el mismo seudónimo del infierno, las caricias más enjutas y los movimientos más insinceros.
Y me muevo y me hallo entre visillos moralejos del no sé qué culpa tengo y, por ello, he de morir en el intento de esbozar las palabras hasta escupir en el cenicero las súplicas y lamentos de una rabia contenida, contenida y amparada en los brazos de la ira. De color pasión de envidia, de corazón frustado y de épocas sombrías suplicando un "te quiero" por enseñarte las tetas a cambio de tus besos y esbozar una sonrisa.
Y siento náuseas y siento mareos de demagogias y sinsabores de culpas culpables de mis desenfrenos.
Y párame que no callo y grito de nuevo y saco el puñal de acero y me atrinchero, contra masas e individuos protegidos por palabras malsonantes, en rúbricas inventadas, plagiadas, que insinuan verdades compungidas y baches de moral, que huyen por senderos de frustraciones por un "yo no sé qué quiero".
No acepto el sonido de una voz que es la mía y me es ajena y un suspiro que corta el viento por un querer decir y no hacerlo.
Amanezco con el peso de tus piernas sobre mi pecho y castigas con tu ausencia mis silencios.
Ni del porqué ni del cómo del que no me apetece hablar ni del porqué ni del cómo del que no puedo opinar.
Y si supongo que no te quiero la vida se me antoja más sencilla.
A doscientos diecisiete pasos
Siguen sin salirme las palabras que querría que escucharas y las sinrazones continúan nublando mi sentido.
No consigo encontrar entre los sentimientos perdidos, los motivos.
Y me bato, en lucha constante contra mis principios para conservar la poca calma que mis entrañas no han perdido.
Un grito de desahogo entre el silencio, al que me tienes sumida desde tu olvido.
Sabes bien que la penitencia sin culpa es el peor de los castigos.
Envejezco, mientras tus ojos no me miran y pierdo el oremus y no encuentro mi sino entre tanto espacio que has dejado entre tu destino y el mío.
martes
A mil kilómetros de pasos
La estancia emana un olor agrio, a ser humano, a aliento y a espacio consumido. Las ideas no fluyen, rebotan en las sienes y vuelven, en bucle, a nublar mis razones, necesitan tanto oxígeno como esta habitación. Los dedos dibujan círculos sobre los muslos desnudos, sobre el vello que suave cambia el rumbo para asentarse nuevamente a su estado original.
Conmigo. Tan cerca de mí misma que puedo oír mis pensamientos, de sentir el calor de mi respiración, de oler mis axilas. Tan sola que siento resonar en mis tímpanos el ruido del vacío. Tan serena que confundo la tranquilidad con el aburrimiento.
Una copa de vino descansa a mis pies, sobre la alfombra blanca, no tan inmaculada como la recuerdas. Un suspiro se ahoga en la maceta de flores mustias que asoma desde el balcón a la calle, tan cerca que podría tocarla si estirara el brazo, tan lejana como recorrer un océano a nado.
El sol se despide apático en el horizonte y se oye cómo, abajo en la avenida, María baja la persiana de la rebotica. Un vestido impecable sobre la silla me mira con desconcierto, unos zapatos de medio tacón para aguantar toda la noche simulan que no estoy y un bolso negro, que ha vivido mejores épocas, me guiña un ojo en señal de complacencia. Sin embargo, el maldito espejo, desafiante, me devuelve tu recuerdo en mi imagen. Una huella que me esfuerzo en mantener, un tiempo que me obliga a olvidar. Doscientos pasos al cielo, juraría que es una eternidad, una eternidad cuando tú no estás.
sábado
Entiéndeme, si puedes
Silbidos de madrugada, cuando el silencio se omite sin disimulo al son de las teclas marchitadas del olvido.
Y suspiro, por un segundo, un señuelo al reclamo a una elagoría que tiene por bandera el mastil del destino de la insolente soledad.
Héme aquí, desprovista de artilugios que sustentan mi argumento desvalido por un sinfín de conjeturas carentes de sentido.
Y me hallo, callada y compungida por el recuerdo estatuo de una noche de verano que yo no sé de qué mañana de Diciembre y el fracaso estrepitoso del andar con imprudencia, verborrea consentida, manojo de timidez disfrazado de valentía.
Pudiera ser, supone pretencioso, que fuera ella la razón de la cordura que asoma pusilámina en los momentos sustanciales de la anodina existencia.
Cortan bastos y pides picas.
Y sigues sin entenderme porque sigues sin escucharme